El sueño del moteca
Door R.N.O.L.G /, op Wed Dec 19 2018 23:00:00 GMT+0000En La noche boca arriba, un cuento de Julio Cortázar, un joven cruza la ciudad en su moto hasta que una distracción lo hace terminar inconsciente en la cama de un hospital. Mientras duerme sueña que es un moteca que es perseguido por aztecas a través de una selva empantanada. El olor a guerra en el sueño le es tan real que duda cada vez que se despierta.
El joven moteca es capturado pero la entrada de una enfermera interrumpe el sueño de vez en cuando. Luego de la última interrupción yace el joven semidesnudo y sudoroso, amarrado a una piedra húmeda, hasta que lo cargan por los túneles de un templo, iluminado por la luz de las antorchas, rumbo al altar donde será sacrificado con una daga de piedra. El joven quiere despertar de su pesadilla tropical, hasta que entiende que está despierto, que es un moteca que sueña que es un joven que se desplaza por la ciudad montado sobre un monstruo de metal hasta que una distracción lo hace terminar inconsciente en la cama de un hospital.
No solo cuestiona Cortázar en ese cuento nuestra idea de realidad, el relato también es un ejercicio de perspectiva. Cortázar nos permite ocupar la carne de un habitante de un pueblo precolombino. Fictivo – el pueblo Moteca sólo existe en este relato. Y esa perspectiva generalmente es ignorada por sociedades eurocentristas. Es la perspectiva de las culturas que fueron aplastadas para dar paso a la ‘civilización’, a la ‘ilustración’ y demás eufemismos.
En el cuento, esa perspectiva crea un mundo que se parece al nuestro. El relato abre la posibilidad de otra cosmovisión, de otra relación entre el hombre y lo que le rodea, una relación en la que no somos los protagonistas.
La ternura como tecnología
En el momento del ‘encuentro’ (otro de esos eufemismos) entre América y Europa, muchos de los pueblos originarios tenían soluciones para situaciones que todavía son desafíos para nosotros. La mediación del grupo para relacionarse con uno mismo, la relación con la pérdida, la interacción con la naturaleza… Todas estas prácticas y tradiciones fueron reemplazadas a fuerza de armas y dogmatismos.
Pasado y futuro eran gotas de la misma agua que debía girar en un mismo ciclo para que la humanidad y los dioses siguieran conviviendo en armonía.
En la épica The Lost City of Z (James Gray, 2016), el explorador Percy Fawcett ve como los miembros de una tribu que habita las riberas del Amazonas vierten una mezcla de hierbas en el rio e inmediatamente después recolectan peces muertos de la superficie, suficientes para alimentar a los comensales del día. Fawcett ve como hacen medicinas maravillosas, como logran domesticar la selva – o adaptarse a la selva, según el cristal con que se mire – mientras que la única manera civilizada que tenemos para relacionarnos con la selva sigue siendo la deforestación, a pesar del progreso y los viajes a Marte.
Los mayas, una civilización que depositaba en cada acto de su cotidianeidad su visión del mundo, tenían una visión cíclica del tiempo. Tal concepción del tiempo revolucionaría nuestra visión del mundo: démosle la espalda al futuro, el pasado está por venir! Autores contemporáneos intentan convencernos de que el tiempo no es lineal sino un espiral, mientras que los mayas ya entendían que todo pasa una y otra vez y debían seguir estrictamente la dupla mito/rito para que el caos no osara entrar nunca en el ciclo del tiempo sagrado. Pasado y futuro eran gotas de la misma agua que debía girar en un mismo ciclo para que la humanidad y los dioses siguieran conviviendo en armonía.
Hay mucho que aprender de aquello que fue reemplazado, pero ello requiere el abandono del individuo como figura central. Abandono de la tecnología y el consumo como fines últimos.
Viajeros, exploradores y colonizadores que recorrieron América de sur a norte señalaron un rasgo de las relaciones familiares de los pueblos originarios que los sorprendía enormemente: la ternura con la que criaban a sus hijos. La ternura es una tecnología no intercambiable, singular, única. No puede convertirse en mercancía y su desarrollo es fruto de un aprendizaje comunitario. Es la intuición de la sensibilidad aplicada a la relación con el otro. Implica el ejercicio de la empatía y la compasión. Es una vía posible para amplicar lo que nos hace más propiamente humanos: la ternura es la cura para la desconfianza y el miedo. El miedo mutuo, el miedo que nos hace pensar en un futuro completamente mecanizado, donde ninguna singularidad ni cualidad son pertinentes. El miedo que no nos permite entregarnos con alegría a la hibridación poshumanista.
Hay mucho que aprender de aquello que fue reemplazado, pero ello requiere el abandono del individuo como figura central. Abandono de la tecnología y el consumo como fines últimos. Abandono del ego y la autoría individual. Abandono de la firma como fetiche. Abandono de la trascendencia individual, la gran zanahoria tras la cual nos movemos.
La clave
Tales alternativas no son apps. No son accesorios plug and play ni muebles modulares. Son un todo.
La práctica de lo colectivo, por ejemplo – una idea de colectivo que incluya a la naturaleza de la que el hombre no es un sujeto mejor, sino parte del total – no puede ser implementada como una forma de optimizar las prácticas individualistas. No tiene sentido comodificar una cosmovisión.
Tequio (en Nahuatal. Guelaguetza en zapoteco, córima en rarámuri) es un sistema de cooperación mutua dentro de una comunidad. Es una experiencia participativa. Hay quien afirma que Monte Albán, en el estado de Oaxaca, se construyó mediante el tequio. Tequio es un todo del cual no tiene sentido aislar partes, pues lo esencial es que cada quién pueda hacer su propio trabajo. La Danza del Sol puede ser visto como un tequio. El largo traslado a pie, el transporte de la pesada carga, la hospitalidad, los danzantes que solo se alimentan del humo del copal, de la danza y del temazcal: que danzan, durmen, entran a las entrañas de la tierra, cantan y repiten este ciclo durante una semana de 7 días.
Tequio. Hombres y mujeres que cocinan lejos del círculo de la danza, a una distancia prudente que evite despertar el hambre y la sed de los danzantes. Tequio. Las águilas de fuego que resguardan la hoguera con la que se prende el fogón, se calientan las piedras del temazcal, y se prende el copal, una fogata que aunque llueva nunca debe apagarse. Tequio. Hombres y mujeres que bajan y suben el cerro por invitados de otras etnias y costumbres.
T e q u i o. Agradecimiento por el trabajo espiritual, la búsqueda de la sanación, por el esfuerzo y la intención. La evolución de cada uno es también la evolución de una comunidad.
El temazcal, fue elegido este año por The Independent como “the latest wellness trend” y resumido como “a mesoamerican sweat lodge”. Ni una palabra del tequio del que forma parte el temazcal. De la inversión espiritual. Sólo una promesa de purificación automática.
Intentos de proteger expresiones culturales y ponerlas a disposición de las generaciones venideras resultaron la mayoría de las veces en un vulgar robo. Alucinógenos, extraídos de su contexto ritual originario, son reducidos a entretenimiento banal y hasta perjudicial. Turismo. La pesca bioquímica vegetal de la cual Percy Fawcett fue testigo terminaría siendo un desastre ecológico de caer en manos del consumo masivo y de la explotación industrial de las aguas.
Pero existe una estrategia para la asimilación gradual y exitosa de tales respuestas. Conocemos registros de estas culturas, tenemos la información. La clave en la implementación de estos saberes es la inmigración. Sujetos crecidos en las prácticas que, con el tiempo, se interiorizan en la vida occidental. Asi se pueden desarrollar las tecnologías sociales, sin desvirtuarse, en un contexto totalmente diferente. Estas tecnologías sociales incluyen características de la sociedad que los quiere implementar.
La inmigración es un regalo, un puente mágico a otra cosmovisión. Pero toda novedad es recibida por un movimiento de rechazo y recuperación. Es por eso vital que la recuperación no sea brutal y colonial. Es necesario incluir a quienes puedan contextualizar la práctica. La práctica de lo colectivo y lo comunal, de la cosmovisión en la que formamos parte del continuum de la vida.
Final felíz
La pregunta es por supuesto si estamos dispuestos a abandonar reflejos y costumbres en nuestra búsqueda de respuestas. Si realmente queremos detener el lento presionar del botón de reboot del planeta. Si el antropocentrismo occidental es tan absoluto que conscientemente queremos ser los últimos pasajeros del globo terráqueo.
Pero quizás no haga falta preguntarnos si de verdad queremos ser salvados. Quizás no somos más que el sueño de un moteca que está a punto de despertar en algún pantano en el que el olor de la guerra da paso al de la flor de la cayena y la tierra mojada.
Firmado, de norte a sur,
Rojo, Natalia, Orlando, Lorena y Gerardo.